Colombia un regalo para los ojos.

    Todos los países esconden un secreto, el de Colombia es la belleza de su naturaleza.

    Es belleza en estado puro por la diversidad de la naturaleza, su magnitud y exotismo.

    Hermoso país, de gentes buenas y temerosas, hospitalarias y muy  luchadoras. Colombia y sus gentes han sufrido mucho.

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    Aterricé en verano del 2005 en el  Aeropuerto Internacional El Dorado, a 12kms de Bogotá. No me esperaba vivir todo lo que sigue. Quince años más tarde, gracias al confinamiento de la pandemia, publico las fotografías. He buceado en mi archivo reencontrándome con los recuerdos de un viaje intenso, único e irrepetible, son las fotos inéditas de una experiencia que ahora lejos en el tiempo, aunque muy cercana en emociones y recuerdos me devuelve  la mágia de  la  fotografía. No fue  mi deseo hacer ningún reportaje en particular, solo quedarme con el recuerdo, como un cuaderno de bitácora visual allí por donde iba pasando. Os comparto un resúmen fotográfico de mi recorrido y dejo  para otro post, la vivencia tan especial en la costa del Océano Pacífico de Colombia, en   Buenaventura.  Un lugar muy remoto en plena selva -El parque natural de San Cipriano- atravesada por el ferrocarril de vía estrecha construida por un ingeniero Cubano, Fco. Javier Cisneros,  el  ferrocarril del Cauca o del Pacífico construido en 1870, que partió de Buenaventura y llegó a Cali, pero como os digo  es otra  historia aunque dentro del mismo viaje, una  experiencia de vida que será  para  contaros  visualmente en otro post.

    Decidí bastante precipitadamente este viaje, fue a raíz de mi buen amigo Diego, que visitaría a su família después de muchos años. En aviones separados nuestro punto de encuentro fué en el aeropuerto de Bogotá.

     

     

     

    Bogotá es la tercera capital más alta de Suramérica (después de Quito y La Paz), ya que se encuentra a un promedio de 2.625 metros sobre el nivel del mar. Por suerte, al llegar no sufrí el mal de altura como otros, mi capacidad de adaptación fue inmediata, no siempre se puede escoger, pero creo que yo estaba demasiado ocupada asimilando y atrapando con mi mirada tanta emoción. Era mi primera vez en Suramérica, estrenaba continente, con ello un mes por delante con todo lo que me esperaba.

    Muy pronto me dí cuenta que lo más difícil del viaje era hacer fotografías. La cámara llamaba una atención que no me favorecía. Fui inventando e improvisando en cada situación, aunque con inquietud y temor. Todo debía ejecutarse al doble de velocidad de la que estamos acostumbrados, observar mucho sin llamar la atención y anticiparme más aún. Observar no solo aquello que deseaba fotografiar sino todo lo que pasaba a mi alrededor, porque al subir la cámara mi mirada quedaba encerrada a un simple agujero, el visor, perdiendo de  vista todo mi alrededor a pesar de mantener el otro ojo abierto, disparar rápido y esconder de nuevo la cámara lo antes posible, con los chicos disfrutaba de una cierta “tranquilidad” aunque tenía otro inconveniente, me robaba libertad, no podia rezagarles ni ralentizar su paso.

    En Santa Fé de Bogotá, la capital, preguntar por una calle no era común, lo compredí al intentarlo, la respuesta podia ser una lotería, la mayoría no paraba,  me contestaban mientras caminaban o a un metro de distancia por miedo a ser atracados o heridos.

    Sucedió una mañana tres días más tarde de llegar a la capital. Nos encontrábamos en la plaza Simón Bolivar, nuestro desplazamiento con la familía  era siempre en coche, de esos que todos tenemos en la mente, con cristales tintados, de lujo, el desplazamiento  de puerta a puerta. Ésta forma de movernos por la ciudad me hacia sentirme en peligro, entiendo que así lo vivían ellos también, al fín y cal cabo yo desconocía los detalles del día día de una ciudad de más de 7 millones de habitantes.

    Al mediodía  la plaza Simón Bolivar era un hervidero de gentes, palomas, turistas, al estilo plaza Cataluña (Barcelona) pero infinitamente más denso y más ruidoso.

    Me encontraba en un punto de vista ligeramente alto, la mirada me llevó a unos chicos, no les oía hablar pero su forma de vestir, de gesticular me parecían Españoles, les observé un buen rato sacando mis conclusiones, convenciéndome que eran viajeros de montaña, amantes de la naturaleza, además tenían pinta de gente sana, así que tomé la decisión de ir a su encuentro. Éste viaje era la oportunidad de descubrir un país que a priori revelaba ser intenso. He viajado a otros continentes, Asia, Africa, Europa y me gusta viajar libremente.

    Jaime y Dora la família de Bogotá con la que viví unos días, encantadores, muy amantes del café.


    Museo Fernando Botero, aunque el artísta es de Medellín  tuve la ocasión de disfrutar de su exposición en el Museo de Bogotá.  Me encanta su obra!

     

     

     

    Dejando atrás Bogotá el altiplano cundiboyacense, formación ubicada en la cordillera Oriental de los Andes.

    De la altitud de Bogotá al Caribe Colombiano. Cartagena de Índias me esperaba, no me lo podía creer, vino a mi memoria lo que había estudiado sobre la conquista española en 1499.

                                                                       Entrando en Cartagena de Indias.

    El Caribe te atrapa, en mi caso literal, la islas Rosario, Santa Marta que maravilla!. El  mar Caribe me pegó un buen revolcón. A la vuelta de visitar la Isla de Santa Marta se desató un temporal brutal. Sentada en el suelo del barco, agarrada a una pata del asiento, rodeando con mis brazos la  mochila que apretaba contra mi pecho para protegerla, cada vez que nos atrapaba una ola mi culo no tocaba el suelo, su fuerza daba miedo y el remojón de agua por encima de mi cabeza eran continuos. Cómo sufrí por la cámara(s), solo “rezaba” para que la publicidad de mi mochila LowePro fuera verdaderamente testada “waterproof”.

    Aquí no iba a poner la típica foto de una playa blanca de aguas transparentes con una puesta de sol detrás de una palmera del Caribe, ya hay muchas en internet de estas. Además yo viví un temporal que me dejó bien mareada.

    La muralla de la conquista española que  alberga la vieja ciudad, detrás crece la nueva urbe.

    Las chicas viniendo de la playa guardándose de  la lluvia.

    El temporal, dejándolo en alta mar​

    Una cita obligada viajando a Colombia, es visitar  las inmensas extensiones de plantación de café, el eje cafetero es un parque en sí mismo.

    Rumbo en dirección a  Medellín. La ventaja de ser cuatro era el medio de transporte, el taxi, por supuesto previa negociación del precio que nos llevaba un tiempo. Solo en contadas ocasiones para largos recorridos viajábamos en la guagua Colombiana, una maravillosa experiencia compartir con sus gentes, hablar con ellos fue muy interesante.

    Medellin resultó ser muy interesante, el Barrio de Pablo Escobar, el metro cable para llegar hasta sus alturas. Prácticamente no pude hacer fotos, fue el sitio que más difícil se me hizo sacar la cámara.

    Desplazándonos hacia Cali, conociendo el paisaje interior y las ciudades pequeñas.

     

    Cali,  la ciudad de la Salsa, pura vida en las calles.

     

    De camino hacia el interior de Colombia, Manizales, para subir andando al Nevado del Ruíz  a 5.200mts. de altitud.

     Jesús, Javier y yo conoramos el Nevado del Ruíz a 5.200mts.  A José le dió el mal de altura viéndose oblidado a bajar. Jesús era el más experimentado en treking, yo iba siguiendo sus pasos muy lentamente detrás de él sin levantar la cabeza, prácticamente siempre mirando el suelo para evitar el mareo.

    Los pueblos del interior de Colombia mantienen tradición y origen, gentes fuertes, muy amables,  muchos campesinos humildes y terratenientes.

     

    Enormes extensiones de pasto y ganadería

    El volcán Puracé está ubicado en el departamento colombiano del Cauca, sobre la cordillera central. Está localizado dentro del área del Parque nacional natural Puracé. Su altitud es de 4.646 msnm; es uno de los volcanes más activos de Colombia

    Orquídea Colombiana, preciosas sus formas y colores, muchas variedades.

     

    De viaje por los pueblos hacia el departamento de Santander, cerca de la frontera con Venezuela

    Hacía una semana que los chicos se habian ido, sus vacaciones habían tocado fin, yo me quedé aún otra semana más para disfrutar de un país maravilloso, tomé el destino para reencontrarme con  Diego, así lo habíamos acordado pero  esta vez en otra ciudad.

                                                Virgen de la Esperanza.

    Bucaramanga, en el departamento de Santander.

    Llegué a Bucaramanga después de  dos días de trayecto en guagua.

    Me adapté muy  bien  en  Colombia,  muchos pensaban que aunque de Barcelona, llevaba años residiento en el país. Alquilé una moto para moverme por Bucaramanga.

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    Hasta el próximo post, que será pronto   para encontrarnos con un remoto sitio en la selva, en plena  costa del Océano Pacífico de Colombia, en  Buenaventura.

    Lídia